Mi casa

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© Héctor Garrido

martes, 17 de mayo de 2016

POESÍA VISUAL

 Estos poemas visuales son de Chema Madoz, uno de los más notables poetas visuales contemporáneos. Tiene un estilo muy definido. Generalmente construye un objeto, lo fotografía y lo que vemos siempre es la foto. Un trabajo exquisito, minucioso hasta el más mínimo detalle. Chema nació en Madrid en 1958 y recibió en 2000 el Premio Nacional de Fotografía. Ahora tiene una gran exposición, estupenda, en la Fundación Caja Canarias, de Tenerife.
En un video que se pasa en un saloncito, aparece Chema intentando  comentar su trabajo pero lo más significativo es un fragmento de una entrevista a Julio Cortázar en la que dice: "Un poeta es el que no se contenta con ver las cosas de este lado y quiere verlas también desde el otro".
También habla Chema de la notable influencia que tuvo en su trabajo Joan Brossa, el gran poeta visual catalán, nacido en 1919 y fallecido el 30 de diciembre de 1998. Y marco bien esta última fecha porque estuve en Barcelona por primera vez a principios de octubre de 1998, para presentar la Trilogía sucia de La Habana, publicada por Anagrama. Me quedé una semana en la ciudad. Un amigo me consiguió el teléfono de Brossa porque yo lo admiraba desde hacía mucho tiempo y quería saludarlo y decirle que en la lejana Habana tenía un admirador fanático. Pero pudo más la timidez. Siempre me molesta mucho tocar a la puerta de un escritor o de un artista para decirle que soy su fan. Me parece violento. El caso fue que me dejé arrastrar por la estúpida timidez congénita que padezco desde siempre. Al año siguiente, 1999, de nuevo estaba yo en Barcelona, ahora para presentar El Rey de La Habana. Entonces sí  me decidí y le pedí a un amigo que me acompañara, que estaba decidido a llamar a Brossa y si él lo permitía iría a visitarle. No. Ya era tarde. Hacía casi un año que Brossa había fallecido, con 79 años.
Moraleja: Es preferible caer pesao a dejar que la timidez gane terreno.
En notas anteriores en este blog he puesto algunos de mis poemas visuales recientes. Pondré otros en los próximos días. Prometido.                      

2 comentarios:

  1. Pedro Juan: A mi me ha sucedido exactamente lo que a usted pero en este caso no con Brossa sino con usted mismo. Lo he tenido delante en la Librería de Obispo, en una tarde de marzo de 2016, a donde fuí a verlo a la carrera porque sabía que usted iba a estar y no tuve el coraje de decirle cuanto lo admiraba. Lo tuve ahi y mi timidez provinciana me vencio. Recién lo descubrí, hace unos escasos 6 meses, primero encontre el blog, lo leo todo de aqui. Ya leí "El Rey de la Habana", "Diálogo con mi sombra" que es genial, me encantó y ahora estoy en "Trilogía Sucia" pero la leo de a poco para que no se me acabe porque no tengo ningun otro. Si usted supiera como me río y reflexiono leyéndolo. Ojalá y lea estas líneas...seguro que sí...pero no lo sabré. Kenia J.

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  2. Estimado Pedro Juan:
    No sé si escucharía a sus vecinos hablar de una pareja de yumas que anduvieron buscándole el pasado día 25 de noviembre. Lara no había leído nada de su obra hasta que estuvo allá, en Cuba, pero, como sabía que iba a pasar, quedó fascinada por El Rey de la Habana; después ha leído Trilogía pero no le ha gustado tanto, a mí me pasa justo al revés. El caso es que después de su lectura conseguí convencerla para que me siguiera en mi pesquisa para encontrarle. Fue toda una aventura con algunos personajes tremendos por el camino; uno de ellos se llamaba Reynaldo, un músico negro con el labio inferior deformado al que conocí en mi primera noche solitaria en el Malecón; otro, Orestes, un chico encantador; el de más allá, en Vedado, un chico homosexual que vendía libros, se quejaba del trato a los homosexuales en Cuba, pero maltrataba a sus perros, no podía negarse que era ingenioso, nos recomendó la lectura de Virgilio Piñera; hubo más, libreros, una vendedora de huevos y un gallego que decía que era imposible que en aquel barrio hubiera escritores o pintores. Lara decía que no le encontraríamos nunca, que usted era millonario y que ya no vivía allí. Imposible que un novelista renuncie a vivir en tan fascinante esquina del universo, pensaba yo. Así que iba convencido de encontrarle, de sugerirle que nos firmara un par de libros (uno comprado en España, el otro allá) y de regalarle mi propio libro de cuentos (de buena se ha librado) entre los que hay uno que incluye un pequeño homenaje a su obra. Sabía que le encontraríamos, pero no imaginaba su reacción: siguiendo su obra le sentía completamente imprevisible, celoso de su mundo. Ahora, leyendo sus notas descubro una persona muy cercana. Pudo habernos largado con cajas destempladas y hubiera sido justo. Los turistas roban el romanticismo de las ciudades. Nosotros nos llevamos una buena porción, el viaje fue maravilloso, el mejor de mi vida. No estaba usted en casa, nos faltó la guinda. Fue demasiado tarde, le buscamos el mismo día que volábamos de vuelta a Madrid, aquella misma tarde. La primera vez nos atrevimos a subir en ascensor, acompañados por Orestes. Los niños jugaban a “la pelota vasca” en el recibidor. Su vecina nos abrió amablemente y nos permitió contemplar las vistas de su propia azotea que es también la suya. Allí pudimos cerrar la historia, era un buen final pensamos los dos: aquella increíble azotea en aquella increíble ciudad eran mucho más que el artista, eran sus personajes protagonistas. Intenté conformarme. Como dice mi padre, no hay que alimentar los mitos, los mitos están para desmitificarlos. Pero, como soy muy obstinado, volvimos una segunda vez dos horas más tarde, me jodía mucho perder la oportunidad. El ascensor estaba mal encajonado, tal y como relata en sus historias. Sin Orestes, subimos las escaleras a pulso. Nadie respondió a la puerta. Esperamos que nuestra visita no le causara ninguna incomodidad y siento si este comentario pueda hacerlo, al leer su blog me he lanzado otra vez a su encuentro. Para nosotros fue una gran experiencia. Gracias por sus libros.
    Álvaro Prieto

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