Mi casa

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© Héctor Garrido

miércoles, 6 de agosto de 2014

SUENA EL REGUETÓN

Esta  foto la tomé hace un par de días en la calle Monte, cerca del Capitolio, en La Habana. Yo siempre ando en almendrones parriba y pabajo. Son  más cómodos y más rápidos que las guaguas. A golpe de reguetón. Es lo único que oyen estos choferes. Coño, como si no hubiera más música, qué pesadez. "Estoy de reguetón hasta los cojones", como dice el pullover de mi socio Eduardo del Llano. Aprendí a conducir en un Buick 1947, como este  que intercalo abajo. Creo que tenía ocho pistones en V y tres velocidades. Y tragaba gasolina como si fuera una rastra de 40 ruedas. Yo tenía ocho o nueve años y mis pies no llegaban a los pedales. A eso de las diez de la noche ya no había tráfico en el barrio donde vivíamos, en Matanzas, y teníamos las calles  desiertas. Mi padre me ponía un cojín muy alto y así yo podía manejar aquel carro tan grande y pesado, con un timón enorme. "Cógele el golpe al timón", me decía mi padre. Yo sólo manejaba y cambiaba las velocidades. Él, sentado a mi lado,  se encargaba de los pedales. Después, poco a poco, crecí un poco más, se me alargaron las piernas y ya conducía yo solo. Arreglar carros era uno de los negocios de mi padre. Compraba estos carros ya un poco viejos, los reparaba, los pintaba, tapizado nuevo y los revendía. Siempre tenía dos o tres entre manos en el taller. Yo era su ayudante por las tardes, cuando salía del colegio, así que tenía que aprender a manejar. Y saqué la licencia en cuanto me dejaron. A los 16 años. ¿O a los 18? No me acuerdo.
El que visita La Habana por primera vez se asombra al ver miles de carros americanos de los '40 y '50 del siglo pasado, y alguno que otro de los '30 también. Les han cambiado el motor, ahora son diesel, y los  han cacharreao poniéndole piezas de todas las marcas. El caso es que funcionan y resuelven. Contaminan. Y bastante. Sobre la ciudad pende una nube de humo marrón. Hace años vendí mi Moskvich de 1987, que era malísimo y me daba más dolores de cabeza que los beneficios que reportaba. Anduve muchos años a pie, en bicicleta, en guagua. Y ahora siempre en almendrón. Es lo más práctico.

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