Mi casa

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© Héctor Garrido

martes, 19 de agosto de 2014

CON LA SEMILLA DEL DIABLO EN EL ALMA

Por ahora es un problema sólo de países desarrollados. En los países pobres no se han enterado. La amenaza del libro electrónico. En Estados Unidos el 20 % de los libros que se venden son digitales, en Inglaterra el 12 %. Algo parecido en Francia e Inglaterra. En España de cada 100 libros publicados, 23 son digitales. Estas cifras aumentan cada año. Es muy fácil encontrar en internet los datos numéricos. Las estadísticas. En estos países los editores hacen un esfuerzo y sonríen (sonrisas forzadas y tensas)  y le dicen a los periodistas: "No pasa nada. Son dos medios diferentes y están conviviendo. Van juntitos. Agarraditos de las manos como dos hermanitos".
Pero de hermanitos nada. El libro digital viene con la semilla del diablo en el alma. Dispuesto a crecer, ponerse fuerte, y cuando ya esté bien potente le cortará la cabeza a su hermano mayor. El jovencito se impone día a día. 
Y es lógico que así sea. Si damos un vistazo rápido recordaremos que cada invento nuevo sustituye a otro anterior que en poco tiempo  queda obsoleto hasta que se convierte en objeto de museo. Voy a enumerar sólo lo que recuerdo sin hacer un gran esfuerzo de memoria: Las plumillas y el tintero por la pluma estilográfica y ésta después por el bolígrafo. La máquina de escribir mecánica por la eléctrica y ésta por los ordenadores y el Word. El coche de caballos por el tren y el automóvil. El barco de vela por el de vapor. Los viajes en barco de vapor por el avión. Las casas de madera por casas de ladrillos y mampostería. El revólver de 6 tiros por la ametralladora. La horca por la silla eléctrica (este es un chiste macabro solamente). Seguimos. Las velas y los quinqués por las bombillas eléctricas. La cocina de leña por la de carbón y ésta por la de gas y/o electricidad. Las cartas postales, los telegramas y el fax por el email. Algunos inventos  que hoy forman parte de nuestra vida diaria no tienen antecedentes tan absoluta y tajantemente antagónicos. Es el caso de la fotografía, la radio, el cine, la televisión, el teléfono, el telégrafo, el radar, los aviones a reacción, etc.
Así que el libro de papel no tiene por qué ser eterno.  Los monjes copistas e iluministas sufrieron un shock terrible en sus monasterios cuando se enteraron que un alemán imbécil había inventado la imprenta y que ellos se quedarían sin trabajo. Seguramente denigraron a más no poder aquella obra del diablo y oraron por la intervención divina. Pero Dios no pudo hacer nada contra la dialéctica de la vida. Es que cada nuevo invento tiene que enfrentarse a oposición, abierta o velada, de los que viven del invento anterior y -obvio- se ven amenazados. Es una constante. En Fedro, Platón se refiere al temor de Sócrates a que el desarrollo de la escritura eliminara la capacidad de memoria de las personas. Sócrates era partidario de recordar todo y no escribir. En 370 a. C. 
Así que es mejor relajarse y tratar de ser objetivos, pragmáticos y flexibles. Y tomárselo todo filosóficamente. Yo por el momento me estoy curando en salud. Hace ya un año que puse todos los libros que he escrito en Amazon. Hay 10 en prosa y 7 de poesía. Están disponibles en papel y en versión digital. Me da igual si me quieren leer en papel o en kindle. Lo que me interesa es mantener el diálogo con los lectores. Porque a todas estas, los que están más nerviosos son los negociantes. Se habla de números y de dinero. Pero curiosamente nadie habla del efecto cultural del libro electrónico. Hay mucha tela por donde cortar porque el asunto no es nada simple. La peor de las amenazas contra la lectura de libros es internet. Este medio nos habitúa a leer textos breves, rápidos y cambiantes. Como éste que están leyendo. Si en lugar de una breve nota efervescente pongo aquí un ensayo sesudo de 80 páginas no me lee nadie. Y además dirán que soy un pesao. Y es de suponer que dentro de unas décadas muy pocos tendrán paciencia y necesidad interior para dedicar varios días a leer un libro, ya esté en papel o en pantalla. Éste a mi juicio es quizás el principal y verdadero problema que enfrenta la lectura en el futuro, a mediano y largo plazo. Pero ya veremos. Por ahora  es un problema  del futuro. El presente es apasionante. Así que a bailar y a gozar con la Sinfónica Nacional, como decía aquel cartelito  en Mayarí Arriba.

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