Mi casa

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© Héctor Garrido

miércoles, 16 de julio de 2014

LOS VERSOS MÁS BARATOS DEL MUNDO

Yo tenía treinta y pico de años, era periodista en una agencia de noticias y  escribía cuentos y poemas. Y, lógico, nadie me publicaba. Por puro azar, cada cierto tiempo me encontraba con Retamar, a la sazón director de Casa de Las Américas, y de la revista Casa. Siempre me saludaba con su grave voz de barítono y con afecto me decía: "Oh, Gutiérrez, hace tiempo que no leo nada suyo". Era una señal. Casi un ritual. Unos días después yo le dejaba un sobre en la recepción de la Casa con unos cuantos poemas. Y pasaban los años y repetíamos ese ritual. Hasta que al fin un día, sin previo aviso, aparecen publicados tres de mis poemas en la revista. ¡Uf, ya! ¡Éxito total! Y para completar: Eran tres poemas buenísimos. Retamar o quien los escogió sabía bien lo que hacía porque la verdad es que la mayoría no eran muy buenos ni originales ni nada. Para no decir que eran malos. Pero éstos eran unos poemas  hermosos, con misterio, inexplicables. Cuando los vi impresos comprendí que si corregía bien el tiro podía seguir escribiendo cosas mejores. Y encima me avisaron de que pasara a cobrar. Me pagaron 300 y pico de pesos. Me pareció mucho por tres poemas. Mi salario mensual como periodista era de 450 pesos.
Yo, muy ufano. Dio la  casualidad que también en esos días había salido por la editorial Letras Cubanas una antología de poesía donde aparecían cuatro o cinco poemas   míos. Eran breves, de cuatro o cinco versos cada uno. El  titulo de la antología, Tertulia poética, era tan ridículo que me parecía sospechoso. Y también me avisan que pasara a cobrar. Fui. Llego a la caja. Carnet de identidad. La muchacha busca en su lista. Sí, aquí está. Me da un cheque a mi nombre, por 7 pesos.
-¿Cómo? ¡Siete pesos! debe haber un error. Son cuatro o cinco poemas.
-Sí.
-¿Y?
-¿Qué?
-No, digo yo, que debe haber un error.
-¿Por qué?
-Es muy poco.
-No. Está bien.
-No, no.
-Compañero, compañero, compañerooooo... a ver...
Miró la lista de nuevo. Chequeó a fondo, se demoró dos minutos. Ya con mala cara. Las compañeritas de contabilidad siempre ponen mala cara cuando se les reclama algo.
-Explíqueme cómo es eso porque...
-¿Qué quiere que le explique, compañero?
-Como se paga esto porque yo acabo de cobrar en Casa de Las Américas...
-No, eso es otra cosa. Casa de Las Américas es diferente.
-Y aquí, ¿cómo pagan?
-Es por categoría. Usted es un poeta desconocido.  Le toca la categoría más baja. A cuarenta centavos el verso. La más alta es de dos pesos por verso y eso sólo se le paga a Nicolás Guillén.
Me eché a reir a carcajadas. No sé por qué. Pero a carcajadas incontenibles que me salían del alma. Ella se encabronó y trancó la ventanilla de vidrio con tal fuerza que por poco la rompe y se quedó encabroná allí, en su silla.
Por supuesto, jamás cobré aquel cheque tan despreciativo con mi arte. Pero me bajó un poquito los humos. Las ínfulas que me habían inyectado en Casa de Las Américas. Un poquito. Sólo bajaron un poquito. Logré mantener intacto el 90% de las ínfulas. Y aquí estoy, riéndome a carcajadas cada vez que me acuerdo.

1 comentario:

  1. Por eso la diva Marta Perez dijo al salir de Cuba"nadie le pone precio a mi garganta"

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